Cuarto Creciente
Todo
ocurre
en los ojos
acogedores.
Rafael Cadenas
I
Pronuncia
aprende el alfabeto del
principio
el único legado
el oficio sin voz del día subsiguiente
y guárdame el
secreto
de la pequeña espiga
que puso en entredicho
el feroz temor al aluvión
y dio en el blanco.
Sé mi ojo, espérame en la noche.
Necesito el júbilo que volvía
sagrados los caminos.
II
El largo pasadizo de
fronteras
se ha deshecho de mí.
Y es sólo devoción la que desciende ahora
tropieza y se hunde lento
sobre las inminentes prendas
de la espera.
Mi asombro
es un país itinerante
con nombre extranjero
diez cruces transversales
que se confunden con el azul
de una franela.
Mi asombro es un país itinerante
un corazón de boca desbordada.
III
Me llevas contigo.
El oído emboscado
por la rítmica estampida de tu sangre
y la certeza
de quien aún no ve.
La voz multiplica ahoras.
Primera estación
de mí
donde la senda se desvió.
Primera y dulce inermidad
del mundo.
Apartas velos infinitos.
IV
Recobro las horas mansas
de un día
tantas veces desmantelado
por el desahucio y la pena cruda
la hora propicia del pulmón
la
desnuda recompensa
de
tu rostro.
V
No digo
No callo
Me incautas
los ojos
Es musitación
la palabra
VI
No sé pronunciar
votos de artificio.
Sin tu favor
las palabras
sólo tendrían un peso propio.
Traigo las que se alzaron
a la altura de tu vívido gesto
hasta caber
en la expectativa
de la hierba.
Me sabes
cercanía
la fiesta del mismo vaso.
Me sabes
rendida a la jubilosa proporción de un paso reverente
que mengua su estrépito
cuando tu pensamiento se aviene a conversar
contigo.
Era el silencio que te circundaba,
como otro aire.
La intemperie, el consuelo.
VII
Ejercemos la noche
oficio de peces entrelazados
cinco bocas ebrias en
los pies
un cántaro una
redoma
rosario que hila un sólo misterio
tuyo es el reino del techo húmedo y tibio
tuyo y mutuo el arder
y la encendida gloria del abandono
entre las piernas
por siempre, temblor.
VIII
Aquí dicen
es siempre más abajo.
Hay velas
que
han renunciado
a
la única firmeza de su enjuto pabilo
hay
muerte obligatoria amor
desmantelado.
A nosotros nos duele
geométricamente
la
devastadora progresión del engaño
visceralmente
el
pie desnudo del informal equilibrista
sobre
la alta tensión del alambre de púas
las
confinaciones las
catástrofes
la
rabia de las piedras.
Hay luminarias
que
ciegan
con
sus desaforadas prominencias
chanzas
expoliaciones
y
verbos regulares de muy alto calibre.
La irreverencia bárbara del tiempo
que hará de su fulgor apenas un destino
de mínimo epitafio.
Hay tenaces candelas
que
buscan su yesquero
hay aún pordecir reverberando.
Somos los simplísimos ambiciosos.
Tenemos sed de espaciosas tormentas
y hambre de dos o tres cosas
ineludibles:
molienda de huesos y encendimiento puro
magníficos porosos
que se abren y se cierran
como una flor sensible.
Somos los que sonríen o se ovillan
sin la avidez del rédito.
IX
El lujo fatuo
el lujo provisorio
condenado al peor reparto
el lujo propio
del compacto accesorio
se niega a inscribirse en estas coordenadas.
Nos
sobran indóciles momentos
cuando
fracasa el verbo
pero
nos falta estilo
para
alabar al dios del que trafica
un
parlamento estéril
o
un vacío perfectamente clausurado
en
el vértigo pent-house quinta república.
Mi único patrimonio
es la inasible dicha de mirarte dormir
ignorarme
atentamente
como
al envés de luna.
X
Te vas
para
que mi ojo se entienda
con
tu ausencia.
Bajas
sin
armas
a
la calle
y
es asomo.
Cuando tu mano encendida
rima súbitamente con tu rostro
veo
el otro país
y su prescindencia de proezas.
XI
También en la
calle cincelarán tu frente
con una procesión de desatinos
y sin embargo
desde qué
profundidad surges
como llama
para esconderla.
Entras
y
eres el otro
que
nunca halló y que salta
son los dedos en demora
un desagravio silencioso.
Aquí es donde
se enhebran
las cuentas de mañana
el espacio
donde el solo existir
sobrepasa todo quehacer
pequeña flor necesaria.
XII
Trabajas tu letra en
sueños curvados
que apenas recuerdas.
Invocas la llama
reduces a cenizas
la crueldad con que juzgo mis antiguas enmiendas
los tropiezos de mi lengua de infancia
el solar donde aúllan las intrigas los
bordes.
Tu mano que no sabe
es la que firma
la abolición de la sentencia:
que no se condene a la mujer
por haber incurrido tantas veces en el delito
de confianza
ni al hombre
ni a los domesticados animales
con ojos de corza
y flancos desportillados
ni al lobo que se duerme
mientras lame la pata
que laceró la trampa
que no se condene
la mucha edad del manso tedio
ni la indolente prevención
de quienes fuimos traicionados.
Tu mano es la que firma
y rehace la obra
aunque haya un capítulo de escombros
clavados como esquirlas.
Hay algo en la ruina que es promesa
de una región sin desmemoria
Cada dolencia
fue
peldaño.
XIII
En
la ciudad, hay una consigna:
‘No amarás al extranjero'
Cristina Peri Rossi
no hace falta música
para un dicho
real
Rafael
Cadenas
Sólo aquí
en
el sopor
de
esta ciudad que ostenta
los
restos de la fiesta
de
otro alto mandatario
nuestro
nombre recobra
sus
orillas.
Éste es el pasto
que alguna vez comimos
cuando fuimos corderos en la noche
de labio seco contra labio roto
éste el motivo de los goznes
empotrados al muro del amor
ésta la historia
que alguna vez redimirá.
Tú no sabrás
que yo sabré.
Temblor de ojos cuando
se abren
y cancelan la deuda de nacer
ceguera de la mano que aun en el error
trazó en el costado del cuarto
su
mitad.
Aquí
donde
la luz declina
y
edifico una improbable lucidez
aquí
en el centro
donde
toda canción real se va
volviendo
apátrida.
Caracas/Buenos
Aires, 2001-2004 |